Temps d'Advent - Casiano Floristán
«Adviento» es el tiempo litúrgico que nos prepara a la
venida del Salvador. La venida histórica de Cristo es el comienzo de una
venida continua del Salvador hasta que se realice la plenitud de todas
las venidas en la parusía. Según las Normas generales del misal,
«el tiempo del Adviento tiene una doble característica: es tiempo
de preparación a la Navidad, en que se recuerda la primera venida
del Hijo de Dios entre los hombres; y, a la vez, es el tiempo en que,
a través de ese recuerdo, el espíritu se ve guiado hacia la espera de
la segunda venida de Cristo al final de los tiempos» (n. 39).
1. Preparación de la venida del Señor
Es evidente que el tiempo litúrgico del Adviento -término
que significa «venida» o «advenimiento»-, con el que comienza el
año litúrgico, apenas es celebrado por nuestro pueblo. Entre nosotros
no hay tradiciones peculiares de este tiempo, como es la «corona» en
los pueblos anglosajones. Únicamente a través de la renovación
litúrgica, anterior y posterior al Vaticano II, se ha recuperado el
sentido del Adviento en comunidades, movimientos apostólicos y
parroquias renovadas, como preparación de la Navidad. En estos grupos
se celebra la vigilia de Adviento.
El término Adviento indicaba, en el lenguaje pagano, la
venida periódica de Dios y su presencia teofánica en el templo. Equivale
a «retorno» o «aniversario». Desde el punto de vista cristiano,
Adviento era la última venida del Señor al final de los tiempos. Pero,
al instaurarse las fiestas de la Navidad y la Epifanía, el Adviento
significó también la venida de Jesús en la humildad de la carne. El
Adviento es, pues, tiempo de fe en la esperanza, que nos prepara a la
doble venida del Señor: la histórica -en la encarnación, por medio de
María (Navidad)- y la escatológica -al final de los tiempos (parusía).
Estas dos venidas se consideran como una sola, desdoblada en dos
etapas. Esta doble dimensión de espera caracteriza todo el Adviento.
Si añadimos la venida incesante de Dios en la caridad, podemos
hablar de tres venidas: la histórica, la teologal y la
escatológica.
«Adviento» es el tiempo que precede, como preparación, a la
fiesta de Navidad. Nació en el siglo IV, con una duración de tres
semanas, a imitación de la Cuaresma o de las tres semanas de preparación
pascual exigidas por el catecumenado. Más tarde, el Adviento pasó a
durar, según las iglesias, entre tres y seis semanas, caracterizándose en
unos lugares por la penitencia (las Galias), y en otros por la alegría
(Roma). En todo caso, el aspecto de la espera prevaleció sobre el de la
preparación.
2. Los personajes del Adviento
Al ser la venida de Cristo anunciada por los profetas,
señalada por el Precursor y realizada por la Virgen, tres son las figuras
centrales del Adviento: Isaías, Juan Bautista y María.
a) Isaías
Durante el Adviento, tiempo de esperanza y de preparación,
se lee el libro de Isaías. Isaías es el guía espiritual del «resto» de
Israel. Como profeta, tuvo experiencia de la justicia de Dios y de la
injusticia de los poderosos y mantuvo la esperanza del pueblo de Dios,
al anunciar que vendría un reinado de paz, justicia y felicidad.
b) Juan Bautista
Continuador del mensaje profético de Isaías es Juan
Bautista, el precursor. Fortalecido por el Espíritu, vivió en el desierto
hasta el día del Adviento de Yahvé a Israel. Su misión es preceder al
Señor, dar testimonio de la luz a un mundo en tinieblas y ser el amigo
del Esposo que preludia el encuentro nupcial con la esposa, la
humanidad dolorida. Los domingos segundo y tercero se centran en la
persona y la obra del Bautista.
c) María
El final de este tiempo está referido a María, la madre de
Jesús, que vivió intensamente el Adviento durante los nueve meses de
gestación del Salvador en su seno. En tanto que Isaías anuncia ocho
siglos antes el nacimiento del Salvador, y el Bautista lo señala en medio
del pueblo, María lo entrega. Es bendita por ser madre, y lo es
«entre todas las mujeres» por aceptar plenamente el Espíritu de Dios.
El reinado de su hijo Jesús no tendrá fin.
3. Temas del Adviento
a) La esperanza ESPERA/ESPERANZA
Al ser la historia humana un tiempo de espera, toda la
historia es, de algún modo, un Adviento. Particularmente se acentúa en la
Biblia la espera del pueblo judío, al marcar una clara dirección hacia el
día del Señor. Ahora bien, no es lo mismo espera (lo que llega es
debido al esfuerzo humano) que esperanza (lo que adviene nos
sobrepasa humanamente). «Esperar» es situarse en estado de
receptividad. «Esperar con esperanza» es estar convencidos de que nos va
a llegar algo que supera nuestras fuerzas y que debe venir: el
reinado de Dios en su plenitud. Esto supone dos exigencias espirituales:
la alegría respecto de lo que esperamos y la vigilancia respecto de
nosotros mismos.
Nunca hay que contraponer la espera y la esperanza: la
esperanza cristiana pasa a través de genuinas esperas humanas. A
veces nuestro pueblo tiene una gran esperanza y pocas esperas
humanas. Los acomodados viven únicamente pendientes de las esperas
cifradas en el dinero, el poder, la comodidad, etc. Los pobres y
marginados esperan siempre una sociedad nueva, un reparto de bienes y de
oportunidades, un reino de Dios con libertad y justicia.... Esto entraña
el derrumbamiento de muchos mundos viejos y de muchas esperas
falsas.
Podemos distinguir tres niveles de espera, según necesidades
y deseos: la espera pasiva de los no comprometidos, la espera
interesada del burgués a su favor y la espera creadora de los activos a
favor del pueblo. La esperanza es el entramado de la vida. Según cómo
esperemos, así somos: impacientes o tranquilos, afirmativos o escépticos,
comprometidos o desganados... Algunos «profetas de calamidades» sólo ven
la llegada de una «mala noticia», no de la «buena nueva». La persona que
espera de verdad tiene confianza en el cumplimiento de las promesas de
Dios.
Jesús esperó activamente la venida del reino. Y, porque
esperaba, encontró lo esperado: una nueva vida de resucitado. El
cristiano debe esperar, al modo de Jesús, la plenitud del reino, a pesar
de los fracasos, de los «signos» catastróficos, de «lo que se nos
viene encima»... Espera con firmeza quien espera la «liberación». Para
lo cual es necesario tener una actitud básica: la «vigilancia», con
objeto de ver en el tiempo de los signos los signos de los tiempos.
El evangelio no nos garantiza que los cristianos vayamos a escapar a
las desgracias, naturales o no. Nuestra existencia no es fácil. El
Señor nos pide que «levantemos la cabeza» y tengamos en cuenta que el
fin de «un» mundo es preparación de la venida del Señor.
b) La vigilancia ADV/VIGILANCIA:
El Adviento es tiempo propicio para anunciar la liberación
en base a las promesas de libertad y justicia hechas por Dios, aunque
todavía no cumplidas. Es tiempo, además, de vigilancia ante lo que
esperamos, que es la llegada de Dios en la plenitud de su reino.
«Vigilar» equivale a velar solícitamente sobre algo o sobre alguien
durante un tiempo, hasta alcanzar el fin deseado. Exige tener los ojos
abiertos y cuidar con responsabilidad. Precisamente la vigilia nació como
tiempo de vela que precede a una fiesta y que sirve de preparación; tiene
siempre un sentido escatológico de esperanza.
La vigilancia ante la llegada de Dios equivale a estar
despiertos, en disposición de servicio, con una actitud atenta ante el
futuro, sin evasión del presente, a pesar de la indiferencia de «este»
mundo. Dios viene a los hombres y mujeres a salvar a la humanidad,
herida de injusticia y de muerte, a partir de la opción por los pobres
y marginados, al objeto de implantar el reino de justicia entre
nosotros. Esto nos exige una actitud vigilante, que no es pasiva;
consiste en discernir los signos de los tiempos para reconocer la
presencia de Dios y de su reino en los acontecimientos, y actuar en
consecuencia.
CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993·Págs. 35-39
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada